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El Hombre Leo


El hombre Leo suele ser orgulloso, vanidoso, estandarte del deseo de ser brillante y admirado.

Su seguridad en sí mismo es tan fuerte, tan sincera, que esto le hace ser complaciente mente comprensivo y generoso con quienes no están a su altura. Para un hombre Leo, muy pocas personas tienen su propia categoría y brillantez. Se alimenta de adulación y de sumisiones ajenas. Es como una necesidad vital para mantener la seguridad en sí mismo. Por tanto, en materia de amor no se apartan de esta línea egocéntrica.

Para el hombre Leo, la mujer es solamente un instrumento con el que puede practicar y demostrar su capacidad amatoria. Busca el asombro feliz de su pareja, su admiración, su rendición incondicional. No es de extrañar que con ese objetivo por bandera utilice todos los recursos habidos y por haber y acabe consiguiendo que la mujer quede completamente convencida de que ningún otro hombre puede hacerla más feliz sexualmente.

La mujer que se case o empareje con él debe ser consecuente con ese carácter irreversible de su compañero. Nunca la traicionará porque se haya cansado de ella, o porque no la ame sinceramente. La traicionará con sus propias amigas, con las esposas de sus mismos amigos o con cualquier mujer que pueda representar un reto para su afán de conquista y superioridad.

Si una mujer le trata con indiferencia, si no queda prendada rápidamente por su magnetismo personal, él no luchará por hacerla cambiar de idea. Sencillamente, decidirá que aquella mujer no vale la pena. No pretende el placer de triunfar sobre las dificultades. Él busca que la mujer se le rinda al primer golpe de vista, que se le ofrezca. Ni más, ni menos.










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